FITXA ["Belén Esteban y la fábrica de porcelana" de Miguel Roig. Prólogo de Christian Salmon. Editorial Península. Barcelona, 2010]
Nota: Penjo aquesta ressenya en la versió castellana en que va ser escrita. No es va arribar a publicar mai i aqui en dóno la versió original completa i no pas la que es va entregar, ajustada a l'espai disponible.
Nota: Penjo aquesta ressenya en la versió castellana en que va ser escrita. No es va arribar a publicar mai i aqui en dóno la versió original completa i no pas la que es va entregar, ajustada a l'espai disponible.
Confieso que no doy un paso para ver estos programas donde los famosos de tres al cuarto o aspirantes a serlo se desnudan delante de la audiencia con gran excitación de la misma. Confieso mi perplejidad ante la proliferación de semejantes espectáculos. Incluso estoy dispuesto a reconocer que soy un ingenuo. O un antiguo. El pan y circo mediático - a excepción del que aparecia en lals pelis de romanos del viejo Hollywood - no me atrae ni siquiera como materia de estudio. Mea culpa. Que le vamos a hacer. Nobody is perfect, que deia aquell. Y claro, cuando me cae en las manos un libro que tiene como sujeto de análisis a uno de estos personajes del famoseo catódico mi perplejidad va en aumento y me pregunto que hace un chico como yo con un libro como este. Y me digo: ándate con cuidado con los ataques de elitismo trasnochado. Pero en fin, heme aquí con mis interrogantes a cuestas cual provinciano Sísifo.
El primero y
principal es: ¿asunto tan chato y hueco, tanta ordinariez, merecen tamaña
enjundia y oropel cultural y aparato critico? No hace mucho los mismos
responsables del programa se mostraban sorprendidos por la atención que
habían merecido por parte de los medios más sesudos. Sucede que acaban creyéndose
que hacen neorrealismo a la italiana y no entiendan que hacen telebasura. Y, en
efecto: debe ser que no hay personajes socialmente más importantes en España -
el inefable Peñafiel, dixit - que Belén Esteban.
A medida que
paso paginas y avanzo en la lectura, mi asombro (ahora mismo no encuentro mejor
palabra) va en aumento. Hasta tal punto esto es así que los contenidos provocan
una inversión en el proceso de lectura: acaban por convertirse en un
divertimento en el que acabo buscando de forma compulsiva aquella frase, el
fragmento o el parrafo que supere el liston del ingenio que puediera contener
el anterior. En este proceso seguro que me pierdo algo. Y así voy pasando del
Antonioni de "La aventura" a "Madame Bovary" para explicar
los "roles" de la protagonista y relatos que ya no son lo que eran,
pasando por Freud, Ibsen, Diana de Gales, Blair, los Stones, Cercas, Tavernier,
Bourdieu, las telenovelas, Sennet, Baudrillard, Warhol, el boxeo (Ali-Foreman),
Brossa, películas de Clooney, Wilder (Billy), Fassbinder y la novela
"Berln Alexanderplatz" la política, series de culto como "The
Wire" o "Los Soprano",....Estamos delante de una secuencia de
capítulos que funcionan por acumulación de hipótesis-demostración y que actúan
como contrapunto o comparación. Cuando más logra interesarme el libro
(con matices) es cuando menos habla de la protagonista y el programa. Y lleva
razón el autor cuando pregunta que pasara cuando las luces se apaguen y caiga
el telón.
Acabo.
Un teórico alemán de la comunicación en los años 30 del siglo pasado –
Emil Dovifat – decía que lo ameno no debía confundirse con la bullanga de feria
o el entretenimiento de la más baja estofa. Pues eso. Y dejemos a Flaubert i tutti
quanti para mejor ocasión a no ser que queramos banalizar la cultura
(la popular incluida) a fuer de sacar punta a lo banal. Anodado estoy.
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