FITXA [Como una dama” de Ingrid Noll. Traducción de Ana Maria de la Fuente. CIRCE
Ediciones. Barcelona, 2007]
Nota: recupero aquesta vella ressenya sobre una autora que sempre m'ha fet gaudir i que, ara, tot rellegint-la, m'he sorprés en relació al que hi deia jo aleshores i els vents que corren. Es va publicar al suplement Cultura's de La Vanguardia, el dia 11 d'abril del 2007 i aquí la dóno tal com es va editar.
Nota: recupero aquesta vella ressenya sobre una autora que sempre m'ha fet gaudir i que, ara, tot rellegint-la, m'he sorprés en relació al que hi deia jo aleshores i els vents que corren. Es va publicar al suplement Cultura's de La Vanguardia, el dia 11 d'abril del 2007 i aquí la dóno tal com es va editar.
Los libros de Ingrid Noll tienen la virtud, porque en este caso hay que
considerarlo así, de atrapar al lector. Esta señora nos introduce en las
historias que cuenta de tal manera que parece habitar justo en medio de ellas
cual perfecta anfitriona. El
recurso con el que se abre la puerta que da entrada a la historia es cuando la
narradora recuerda como aprovechaba los semáforos en rojo y los atascos para
hacerse la manicura con una lima de uñas que siempre llevaba en el coche. Un
dedo acicalado en cada parada. A eso se le llama aprovechar el tiempo. También
es una manera de anunciar que se ha entrado en la edad de la jubilación. En
otras palabras, accedemos a la vejez con todo lo que esto conlleva. Para la
protagonista y narradora mas que los achaques debidos a la edad lo peor es la
pérdida del dinamismo que implica el adiós a todo lo que representa la vida
laboral. La vejez actua en esta historia como un telón de fondo que lo tiñe
todo con su atmósfera otoñal. Dos amigas de infancia – la elegante y un poco estirada Lore, la
vitalista Anneliese – llegan a la tercera edad y deciden irse a vivir juntas.
Una esta divorciada, la otra es viuda. Una viudedad, dicho sea de paso, bajo sospecha. Es una de las dos o tres
concesiones al genero de intriga que se permite hacer la autora. Entre las
aficiones y pasatiempos de las
portagonistas se cuentan, la jardineria y la cocina en el caso de Anneliese;
para Lore queda la lectura a la
sombra de un cerezo y su antiguo trabajo de anticuaria. Ambas tienen hijos e
hijas. Viven lejos. Felizmente casados, más o menos. También hay nietos de por
medio. Estamos delante del clásico cuadro de clase media centroeuropea.
Bajo la apariencia de no haber roto un plato en su vida y como quien no
quiere la cosa, Ingrid Noll pone al descubierto las máscaras de la vida social,
los secretos de la vida privada, y penetra en los recovecos más ocultos haciendo
emerger de ellos los pensamientos más íntimos. Los ambientes y las atmósferas
por las que circula la narrativa de esta señora de mirada obstinadamente atenta
y perspicaz, observadora implacable de los comportamientos y actitudes de los
individuos, retratista afinada de escenas aparentemente inocuas y triviales, es
capaz de extraer de estas situaciones lo que seguramente muchos han pensado
pero pocos han sido capaces de describir con semejante llaneza, precisión y
economia de medios. En otras palabras, Noll arranca piezas de literatura del pedernal de lo obvio.
Además de una exploración nada
convencional en todos los sentidos de la llamada “tercera edad” – el sexo, por
ejemplo – cabe preguntar si la autora no va más alla y nos esta describiendo el
otoño de las clases medias europeas y con ellas la decrepitud del mismo
continente. El lector puede especular con ello al final del libro. Lo hará con
esa permanente y garantizada media sonrisa de complicidad que Noll siempre
acaba por dibujar en los labios de sus lectores. Sin que nunca llegue a
convertirse en una mueca desgarrada. Irónica, si. Agridulce, también. Así son
las cosas nos dice.
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