divendres, 7 d’octubre del 2011

Història de dues velles dames o alguna cosa més?

FITXA [Como una dama” de Ingrid Noll. Traducción de Ana Maria de la Fuente. CIRCE Ediciones. Barcelona, 2007]
Nota: recupero aquesta vella ressenya sobre una autora que sempre m'ha fet gaudir i que, ara, tot rellegint-la, m'he sorprés en relació al que hi deia jo aleshores i els vents que corren. Es va publicar al suplement Cultura's de La Vanguardia, el dia 11 d'abril del 2007 i aquí la dóno tal com es va editar.


   Los libros de Ingrid Noll tienen la virtud, porque en este caso hay que considerarlo así, de atrapar al lector. Esta señora nos introduce en las historias que cuenta de tal manera que parece habitar justo en medio de ellas cual perfecta anfitriona. El recurso con el que se abre la puerta que da entrada a la historia es cuando la narradora recuerda como aprovechaba los semáforos en rojo y los atascos para hacerse la manicura con una lima de uñas que siempre llevaba en el coche. Un dedo acicalado en cada parada. A eso se le llama aprovechar el tiempo. También es una manera de anunciar que se ha entrado en la edad de la jubilación. En otras palabras, accedemos a la vejez con todo lo que esto conlleva. Para la protagonista y narradora mas que los achaques debidos a la edad lo peor es la pérdida del dinamismo que implica el adiós a todo lo que representa la vida laboral. La vejez actua en esta historia como un telón de fondo que lo tiñe todo con su atmósfera otoñal. Dos amigas de infancia –  la elegante y un poco estirada Lore, la vitalista Anneliese – llegan a la tercera edad y deciden irse a vivir juntas. Una esta divorciada, la otra es viuda. Una viudedad,  dicho sea de paso, bajo sospecha. Es una de las dos o tres concesiones al genero de intriga que se permite hacer la autora. Entre las aficiones  y pasatiempos de las portagonistas se cuentan, la jardineria y la cocina en el caso de Anneliese; para Lore queda la  lectura a la sombra de un cerezo y su antiguo trabajo de anticuaria. Ambas tienen hijos e hijas. Viven lejos. Felizmente casados, más o menos. También hay nietos de por medio. Estamos delante del clásico cuadro de clase media centroeuropea. 
   Bajo la apariencia de no haber roto un plato en su vida y como quien no quiere la cosa, Ingrid Noll pone al descubierto las máscaras de la vida social, los secretos de la vida privada, y penetra en los recovecos más ocultos haciendo emerger de ellos los pensamientos más íntimos. Los ambientes y las atmósferas por las que circula la narrativa de esta señora de mirada obstinadamente atenta y perspicaz, observadora implacable de los comportamientos y actitudes de los individuos, retratista afinada de escenas aparentemente inocuas y triviales, es capaz de extraer de estas situaciones lo que seguramente muchos han pensado pero pocos han sido capaces de describir con semejante llaneza, precisión y economia de medios. En otras palabras, Noll arranca piezas de literatura del pedernal de lo obvio.
  Además de una exploración nada convencional en todos los sentidos de la llamada “tercera edad” – el sexo, por ejemplo – cabe preguntar si la autora no va más alla y nos esta describiendo el otoño de las clases medias europeas y con ellas la decrepitud del mismo continente. El lector puede especular con ello al final del libro. Lo hará con esa permanente y garantizada media sonrisa de complicidad que Noll siempre acaba por dibujar en los labios de sus lectores. Sin que nunca llegue a convertirse en una mueca desgarrada. Irónica, si. Agridulce, también. Así son las cosas nos dice.  


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